lunes, 2 de abril de 2012

No hay nadie

¡Mamá -no grité "madre" sino "mamá", que es voz de infancia-, no hay nadie!
¡Mamáááááááááááá, -volví y dije con voz desgarrada-, no hay nadie!, concluí con terror.
Mi voz ronca, torpe, perdido en la demencia, en medio de un aguacero,
buscando en una casa en ruinas a quienes ya no habitaban.

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